5/7/08. Tandil.
Llegamos a las 8 de la mañana a la terminal, tras un viaje de seis horas.
Ya desde Retiro, notamos las siguientes características en el público: 1. Amplia pluralidad de clases. 2. Abrumadora mayoría masculina. Esto último más marcado a menor poder adquisitivo.
Hitos del viaje: 1. Rasta que vomita muy al principio. La reacción popular fue muy socarrona, aunque menos violenta de lo esperable. 2. La marihuana y el tabaco se legalizaron inmediatamente de iniciado el viaje, en el orden mencionado. Me fumé un porro en un micro de larga distancia. 3. Los "barderos del fondo" pasaron Los Redondos toda la noche y en algunos momentos cantaron como en la cancha. 4. El copiloto, que subía al piso de los pasajeros de vez en vez, se comportaba como un animador de fiestas guaso, haciendo chistes sobre la policía y rubias tetonas.
6/7/08. Buenos Aires.
La terminal de Tandil estaba alfombrada de ricoteros dormidos. En mi afán turístico, convencí a Shirly de que no nos quedáramos ahí, de que fuéramos a pasear. La niebla impedía ver cualquier cosa que ocurriera a 50 metros de uno: quién sabe la contemplación de qué maravillas u horrores nos fueron así vedados. Por ejemplo, nos pasó que apenas habíamos salido de la terminal buscábamos un lugar para desayunar pero no encontrábamos nada: de pronto, de la niebla surgió a nuestra izquierda una interminable playa de estacionamiento en donde una señora jugaba con un perro: no fue sino un gesto de la señora lo que permitió, como respuesta a la pregunta que le habíamos hecho, que la niebla se despejara para mostrar un inmenso Carrefour, antes completamente inexistente.
La presencia ricotera no era tan notable a esa hora, sólo nos encontramos con pequeños grupos de reconocimiento que prologaban lo que sería luego la invasión a gran escala. Progresivamente y con el correr de las horas, la ciudad fue siendo ocupada por células de ricoteros formadas por ocho o diez, aproximadamente. En algunos casos, había una mujer en la célula. Se distinguían facilmente ricoteros de tandilenses, por el ímpetu indentificatorio de los primeros, con sus remeras de PR. Los segundos, por su parte, no hacían ningún esfuerzo por indentficarse; no tenían remeras de la piedra movediza, por ejemplo.
Los ricoteros son muy curiosos, principalmente por lo monotemáticos. Hay, claro está, grados de ricoterez, que se evidencian en la forma de vestir y los temas de conversación. Los más ricoteros solo pueden hablar de cosas relacionadas con los Redondos, pero demuestran una gran versatilidad para encontrar dichas relaciones, así como también para exprimir el jugo de cada tema.
Ejemplos de los temas de los que pueden hablar los más ricoteros:
A. Antes del recital: Qué canciones va a tocar, por qué esas, qué canciones no va a tocar, qué canciones querrían que toque (hasta acá todo normal, ninguna diferencia con un bersuitero, un kapango, un USW), el orden de las canciones, el orden jerárquico al que responde ese orden, grados de importancia de las canciones de los Redondos en general, recitales anteriores del Indio, recitales anteriores de los Redondos, Skay, recitales antediluvianos, cantidades de gente, seguridad privada y pública en los recitales, sus puntos fuertes y sus puntos flacos, sonido, beneficios para las economías locales acarreados por recitales del Indio, abastecimiento o desabastecimiento de los almacenes, inflación (causada por el recital del Indio), merchandaising, transporte, exégesis de las letras, los pasitos de baile del Indio, la vida privada del Indio.
B. Después del recital: A los mismos temas de antes del recital, sin omitir ninguno y enriquecidos por el nuevo punto de vista que brindó el nuevo recital, se les suman el analisis pormenorizadísimo del recital (lista de temas, sonido, vestimenta, las tres o cuatro frases que dijo) y otras cosas como análisis poblacionales y comparaciones con la composición poblacional de recitales anteriores, por ejemplo.
Finalmente desayunamos en una estación de servicio por un par de horas, leyendo los diarios. De "El eco de Tandil":
"... el evento de mayor magnitud de la historia tandilense"; "... Tandil trascenderá nuevamente por otra cosa que no sea el turismo, el robo de un caballo o la colocación de una piedra simbólica".
Caminamos hasta la plaza mayor, entramos a la catedral. La presencia ricotera iba en aumento con el paso del día. La glorieta ya había sido ocupada. Paseamos por la feria jipi y por las calles del centro, altamente parecidas a las de cualquier ciudad del Partido de la Costa. ¡Tandil es una ciudad cheta! Mucha señora menemista vimos. Más tarde, cuando nos cansamos del centro, marchamos hasta un parque topográficamente elevado, en una zona de casas bajas. Fumamos uno, hablamos de la felicidad y de la infelicidad.
Bajamos down the street, compramos fiambre en el supermercado del Hombre Más Lento del Mundo (es el antagonista del Hombre Más Apurado del Mundo, que trabaja en MacPancho enfrente de Puán) y después buscando dónde comprar pan conocimos al Tandilense Más Lindo del Mundo y al Tandilense Más Macanudo del Mundo. Comimos y después dormimos en la plaza, como clochardes.
Nos despertamos y garuaba y atardecía. Teníamos una chance de resguardarnos en una casa: Ivana y su novio Rulo habían venido en auto y se estaban quedando en la casa de los primos de una amiga de Ivana, tandilenses ellos.
Caminamos hasta la avenida Brasil y luego por ésta, hasta que llegamos a una casa. Ya faltaba muy poco tiempo para que hubiera que partir al recital, y la sensación de recital, si se me permite el lugar común (y si no también), electrizaba el aire: voy a explayarme sobre el tema.
Sensación de recital
Cuando yo era joven e inexperto y tomaba mis primeras armas en la cosa de los recitales, descubrí lo que Durkheim llama EL HECHO SOCIAL. No hay nada que sea más un HECHO SOCIAL que un recital; que un buen recital, digo. Y para que sea un buen recital no tiene que ser buena la música, eso es subjetivo, la música puede ser una mierda: pero que el público que está ahí esté lo suficientemente ansioso o entusiasmado con su expectativa como para romper todo si no se la satisfacen, por ejemplo, o a pelar las tetas si las superan. Creo que me refiero a los recitales rolingas y al público rolinga: tendría que meditar al respecto... ya medité: no, no es solo en los recitales rolingas (lo de las tetas puede ser igual).
La sensación de recital es el rejunte de hormonas que flotan como un aura o una energía por sobre el conjunto de la gente que está ahí esperando que empiece el recital. A ver si se entiende: no es algo metafísico: es algo tangible, es algo de lo que uno se da cuenta con solo estar ahí, aunque no lo comparta. Es lo que lubrica el terreno para que después se produzca un POGO INVOLUNTARIO, por ejemplo. El POGO INVOLUNTARIO, cuando ocurre, existe en relación directa y proporcional con la sensación de recital que hubiera habido antes. (Los tipos de pogos y la pogología son un tema para desarrollar a en otro momento, de cualquier manera).
La percepción de un individuo le comunica la sensación de recital a través de los sentidos, claro está, pero el individuo pasa a ser parte de la sensación de recital, a compratirla, en un momento de switch que es absolutamente inprecisable. Sube como la pepa. Y como la pepa, se puede acelerar mediante la autosugestión (vieron, no terminé el párrafo con un paréntesis).
A través de los años y de los recitales, de los que puedo dar cuenta gracias a mi TOC con las entradas y de los que no por ser de entrada no certificada, la sensación de recital se fue mitigando (la analogía funciona de nuevo). Sin embargo, en Tandil descubrí una nueva variante. Por lo general, o en mi experiencia hasta la fecha, la sensación de recital se circunscribe a un espacio determinado. Cuando hay poca, se siente solo en las inmediaciones del escenario. Más comunmente, ocupa todo el lugar: pienso en Obras, en el Marquee, en algún River. Más excepcionalmente, ocupa el lugar del recital y las calles cercanas, las del camino al lugar. En Tandil, la sensación de recital ocupaba TODA LA CIUDAD. Y DESDE CINCO HORAS ANTES. Me figuro que ésta debe ser la particularidad de los aconteceres ricoteros, por lo menos, así la imaginaba.
***
De alguna manera nos subimos todos a dos autos, y además recogimos a alguien más en el Casino, y no chocamos. El auto en el que iba yo era piloteado por Rulo, a quien, como a Ivana y a Pablo, querría fraternalmente en las siguientes horas (y por eso me sé sus nombres y los de los demás no). La zona del hipódromo estaba cortada a muchas muchas cuadras a la redonda, prohibido el paso a los autos. La presencia policial era más bien poca. Donde dejamos el auto, compramos más vino. La cantidad de gente, que se había ido insinuando con el correr del día, era inconmesurable. Nunca ví tanta gente junta.
Después del recital la ciudad había colapsado. El furor general que acompañara al dispersarse de la masa luego del último tema dio lugar a un moderado estado de euforia, que a su vez se retiró para dejar lugar a un cierto tedio, acompañado de amplias manifestaciones demandantes de satisfacción inmediata de necesidades vitales y/o simbólicas por parte de los grupúsculos resultantes de la disperción, como por caso el hambre, el cual un número exagerado de individuos intentó paliar con panchos, en una panchería más bien pequeña del centro alla "Partido de la Costa" de la ciudad de Tandil.
Cuando hubimos comido nuestro pancho, fuimos a un pool y tomamos fernet. Yo yací en el piso, bastante cansado. En un momento fuimos a la estación de servicio e interactuamos con unos chicos ran que no sabían quién era el Indio y hacían unos chistes muy extraños e incomprensibles, y después con Shirly, Pablo, Rulo e Ivana subimos a un mirador con un castillito que hay, desde el que se domina Tandil, y yo me sentí muy bien. Finalmente regresamos al cuarto, en donde las mismas personas, contentas y despiertas como en sus cumpleaños de nueve, hablaban de los temas ya referidos en el punto B; yo me mantuve en duermevela hasta la hora de ir a la terminal y volver a Buenos Aires.
1 comentario:
primero!
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